sábado, 4 de junio de 2022

Todo a la vez y en todas partes

 Aún no he visto la película cuyo título he robado para este post. Con un poco de suerte podría verla el domingo. Todo parece apuntar a que podría suceder pero, con los tiempos que corren, hacer planes a 48 horas vista parece de un optimismo temerario.

Puede pasar cualquier cosa, claro, porque ahora mismo en todas partes está pasando todo. Mientras lees esto, algo nace, algo muere, algo se está construyendo, algo se está destruyendo, alguien está leyendo el texto revelador que cambiará el resto de sus días de manera profunda y significativa… y tú estás aquí, leyendo esto. 

Compartiendo asincrónicamente conmigo un momento de reflexión sobre cuánto de todo eso va a pasar igual sin nosotros. Sobre cuál es el peso de la acción siguiente al terminar este texto sobre el devenir de esta particular constelación de partículas subatómicas que aleatoriamente se han dispuesto de tal manera que nos conforman conscientes de nosotros mismos como parte de ella y perceptores de (solo) algunas de sus características. Sobre qué tipo de intencionalidad le pondríamos, y si sería ésta una constante que se mantendría inamovible, en el supuesto de que pudiéramos calcular dicho peso e inteligir consecuentemente las consecuencias probables que devendrían de nuestra elección.

En el mejor de los casos, solemos relacionarnos con cuatro o cinco de las realidades alternativas con frecuencias de onda más cercanas a la que experimentamos. Elucubrar sobre las que divergen en un ángulo extremadamente abierto nunca acaba en nada bueno si transciende la elucubración. Pero es un ejercicio de lo más saludable cuando puedas haber perdido un poco el oriente por el ruido (segundo post, no me iba a despegar tan pronto del tema). El juego tiene que tener una regla clara de no detenerse en los detalles. Simplemente evaluar de manera consciente los momentos críticos en que tu vida podría haber tomado cualquiera de esas bifurcaciones. Pensar en qué habría sido de aquél error si hubieras acertado, o de aquél acierto si te hubieras equivocado. Tirar del hilo, contextualizar con los factores externos conocidos. Mirar detenidamente la imagen mental en la que acabemos tropezando y, siempre, recoger el hilo para volver al punto de partida. Que siempre es un momento antes de tu potencial siguiente error. Y disfrutar de lo que venga como si esto no fuese así.

“¿Cómo”, se puede dudar, “va a ayudar este ejercicio de embarre de todo a apartarse del ruido?” 

Y ya con más calma, en el futuro,  nos responderemos: poniéndonos en nuestro sitio. Situándonos en el único momento y el único lugar (aquí, ahora) que nos protege de lo demás que está pasando. Todo. A la vez. Y en todas partes.

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